Lo he conocido de la manera más extraña, ahora te cuento, a veces la vida trae regalos inusuales que te sorprenden por la forma y también por el contenido.
El presente y el envoltorio.
Pues no, ni siquiera lo he conocido, ahora que lo pienso.
No sé quién es.
Aunque me ha dicho su nombre.
Curioso.
Me ha contado que sus hijas son su vida, y que no soporta estar separado de ellas más de un par de días.
También me ha dicho sus nombres, y hablaba de ellas así, nombrándolas.
Me ha hablado de sus valores y de las ganas que tiene a veces de explotar contra la madre, pero que en ese preciso instante de ebullición de sangre, piensa en qué es lo que ellas necesitan, y decide en lugar de mostrar un padre que explota, darles a ellas la protección y el cariño que reclaman en ese momento.
Ser soporte y no insoportar.
Porque la madre les pega.
Palizas.
El novio de la madre les pega.
La madre de la madre también les pega.
Y él en lugar de arremeter contra los tres, y de tirar la puerta a patadas piensa en enjugar las lágrimas de sus hijas y ofrecerles su calma y consuelo.
Autorrefrigeración.
Enfriarse en segundos que se llama.
Pero lucha por sus hijas en los juzgados.
Las pequeñas no quieren separarse de él.
No es en contra de ella, dice, sino a favor de las niñas.
Esa ella que lo ha denunciado dos veces por violencia y maltrato.
Falsas denuncias.
Que los hijos no son ninguna broma.
Ni un juego.
Ni probetas de nada.
Hemos hablado de cómo se siente con ellas y de cuánto quiere disfrutar estos pocos años que le quedan de tener hijas niñas para tener hijas mujeres.
De cómo vive su historia.
Y yo le he entendido a la perfección.
Perfectamente invertido el entendimiento.
Tiene una voz dulce, calma.
Y no sabe por qué ha hablado conmigo de esto.
Yo tampoco sé cómo ha sabido que yo quería escucharle.
No sé cómo ha ocurrido.
Pero ha pasado.
Que ser madre es dar por hecho que tienes más amor que dar que el padre.
Por eso y de ley natural de vida, te dan la custodia.
-Eso dice él-
Que ser madre es muy grande.
Pero hay malas madres.
Perversas y despiadadas.
Las hay.
Cuarenta y dos minutos ha durado nuestra conversación.
De fortaleza, de esperanza y de amor.
Digna.
Sin victimismos ni lloriqueos.
De fortaleza, esperanza y amor.
Yo sólo he llamado para pedir una cita previa…
Y me he encontrado con esto.
Sólo esperaba anotar en mi agenda un día, una hora y unas fotocopias….
Y me he encontrado con esto.
¿O acaso esto me ha encontrado a mí?
Me ha dado más fuerza.
Apenas hay posibilidades de volver a escuchar su voz.
Sólo era una llamada para una cita previa en la sede de un organismo oficial en mi ciudad.
Después he hablado con mi hija.
Con mi valiente superviviente de un desalmado.
-¿A qué no sabes qué me ha pasado?
Y se lo he abocado todo.
Todo.
Pero no termino aquí…
Esta misma mañana ella ha tenido otra experiencia que viene a cuento.
Ha sabido de una mujer, madre y separada que ha denunciado falsamente a su ex-marido por violencia.
Y entonces mi hija ha llamado a esa algo muy fuerte.
Porque es que es muy fuerte.
Es fuerte que haya mujeres que jueguen con denuncias falsas y se rían en la cara de las que han sufrido golpes y de los que siempre se verán las secuelas, las cicatrices de guerra.
Unas ellas que se ríen de otras ellas
Mi primogénita la ha llamado algo muy feo. -¡Esa es mi chica!-
Feo para la especie animal con la que la ha comparado.
Y la ha repudiado.
Porque ni los animales son así.
Los animales son los que pegan y los que mienten que les pegan.
Cerdos, gusanos, buitres, sanguijuelas.
Perras, zorras, víboras, alimañas.
Hoy mi hija y yo hemos pasado a ver la otra parte, simultáneamente.
Hemos aprendido juntas, nos ha tocado el alma, hemos llorado y hemos maldecido.
Sabemos que estamos para esto.
Nuestra experiencia nos hizo maestras.
Nuestra vivencia nos hizo expertas.
Sea hombre o mujer, sea padra(zo)stro o madra(za)stra.
Malditos maltratadores y malditas desgraciadas que juegan con algo de manera tan vil y cruel y por lo que pierden la vida decenas de mujeres al año.
Hay seres oscuros y diabólicos en ambos sexos.
Nosotras ya luchamos por la justicia.
Hacia ellas y hacia ellos…
No todo vale.
No es cuestión de sexo, es cuestión de seso.
No es cuestión de machismo, es cuestión de incultura.
No es cuestión de espabiladas, es cuestión de perversas.
Y nuestros hijos siempre en medio.
Mamando.
Grabando a fuego en sus discos duros:
«¡Violenta, agrede, insulta, humilla y veja!» – Al fin y al cabo es lo que hacen los mayores-.
Circunvoluciones marcadas.
Corazones desangrados.
LOLA