Lydia me llamó porque quería hacer un regalo a sus amigas más íntimas. En realidad era para las cuatro, ella lo tenía claro. Una especie de refuerzo de los vínculos que las mantienen unidas y una conmemoración con una sesión de coaching, asistida por caballos, a solas de la amistad más bonita.
Todo empezó de una manera muy divertida, ya que para las tres amigas fue una sorpresa acabar, con el misterioso regalo, en un lugar de caballos.
La sesión transcurrió con una actividad muy dinámica y a la vez reveladora de los roles de cada una de ellas en la pista que reflejaba su misma identidad y comportamiento en su grupo en el transcurrir normal.

Cada una de ellas es, para las demás, esencial como si fuesen los cuatro pilares del castillo de su amistad
He sentido mucha gratitud por que me dejasen acompañarlas en esta experiencia, que ha sido para mí un privilegio.

Un grupo compacto, entrelazado y conectado también con Carín y Bani
Se respiraba lo que emanaban, amor y sentimiento puro. Ha habido de todo, lágrimas, gratitud, risas, y sobre todo unión, desde el respeto que se tienen al espacio de la otra.
Una gran jornada solo para ellas, sin niños y sin parejas, y que no ha acabado, según me han soplado, después de esta sesión.
El día parece que no ha hecho más que comenzar…

¿A donde irán estas traviesas ahora?